No lo sé, pero imagino, que la famosa calle Laurel de Logroño, la de las bodegas, algo tendrá que ver con esto, o no. El nomenclator es a veces caprichoso.
Poco a poco se fueron especializando y no solo se servía bajo el emparrado el vino de la espita --aún hay en algunos jarras blancas, que rematan el verano moradas-- sino que los de la propia bodega aportaban la comida, de elaboración casera. Dicen entonces que dejaban de ser "loureiros" para convertirse en "furanchos".
Si nos vamos al origen del nombre, un furancho es, segun el Don Eladio , una cueva alargada, un "furo" o "furado" (huero, hueco, agujero), supongo que en relación con las bodegas excavadas, como las "caves" de otras lenguas, románicas o romanizadas. De ahí a la tabernucha de poca importancia, que es la otra acepción que recoge X. L. Franco Grande en su Dicionario galego-castelán del 1972, no va más que una sencilla metonimia.
En toda Galicia los encontramos, de tal manera extendidos y popularizados como casas de comida fuera de la ley que fue necesario (a instancias de hosteleros y restauradores) crear para esta figura una normativa especial (como la del aguardiente casero, de la que hablaré otro día, cuando vuelva el otoño).
No he visitado muchos, pero conozco alguno que otro y en uno de ellos nos tienen prometido un gallo de corral para ocho que está esperando la ocasión. No podrá dejar de entrar bien si no es acompañado antes de una ensalada de tomates de la casa, una fuente de pulpo y unas racioncitas (es eufemismo, por supuesto) de zorza. Para que no me tengáis envidia ni os perdáis cuando intentéis buscar un furancho, aquí os dejo esta página curiosa en la que los furancheiros modernos anuncian sus garitos: del laurel a la geolocalización.
http://defuranchos.com/gl/