viernes, 21 de octubre de 2016

El señor de las moscas

Cuando éramos adolescentes y discutíamos sobre dónde quedar, siempre había un gracioso que comentaba: "podemos vernos en el segundo piso del Moscón". La gracia viene dada porque "O Moscón" no es más que una casetita, que se ha ido mejorando con los años y la moda de las terrazas, pero no tiene espacio más que para dos parroquianos y el camarero, bien apretados.
Desde que el relleno de la zona portuaria cambió la fisonomía del barrio, "O Moscón" ya no está pegado al mar, sino un poco más adentro, pero sigue estando donde tiene que estar.
Esta taberna nació en  1955 como iniciativa de beneficencia. Es una concesión que se hizo para facilitar trabajo a una familia y al mismo tiempo ofrecer a los marineros un desayuno caliente y económico con el que empezar la jornada. Según los documentos de la época, tenían la obligación de abrir de madrugada, a la hora en que llegaban los barcos, tanto de O Grove como los de otros puertos que venían a vender a nuestra lonja. En "O Moscón" les servían el café y el "chanqueiro", esa medida de licor que en las Rías Baixas llamamos por hipercorrección "changueiro", como en la copla popular "o mariñeiriño cando vai pr'o mar, sen o seu *changueiro non pode pasar".
Hoy en día la cosa es bien distinta: se toma el sol en su terraza, se come empanada y se degustan tapas sin ningún problema. De hecho a veces sí que hay un problema: encontrar sitio.Los parroquianos ya tienen sus sillas reservadas, --algunos parecen atornillados a ellas-- así que es necesario esperar un descuido y asaltarlas. Si no, siempre queda el recurso de tomarse algo de pie, como probablemente hacían los primeros usuarios, aquellos marineros que madrugaban, y como hicieron muchos paseantes durante la Festa do Marisco. Entre otras cosas porque, como en una aldea gala, rodeada de Mahou por todas partes, "O Moscón" era el único local del recinto en el que se podía tomar una Estrella Galicia.

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