martes, 28 de marzo de 2017

Que nos queda Portugal

Tenía yo una de estas hojas de repollo convertidas en cerámica y ya no la tengo. Se me rompió un mal día de limpieza y no se pudo recomponer, por lo que tuve gran pena, no solo porque la pieza (sumamente kitsch, pero encantadora) me gustaba mucho, sino porque fue un regalito de mi madre, y los regalos de mi madre, son... regalos de mi madre, vaya.
Años después, pero no hace tanto, supe el nombre del curioso artista, Rafael Augusto Bordallo Pinheiro,  que dio forma a las loquísimas "faianças" creadas en Caldas da Rainha con sus diseños postbarrocos, firmados como RapHael Bordallo-Pinheiro. Ese fingido helenismo dejó huella, aunque dudo que el cantante se fijase en esta singular figura decimonónica.
Me llamó la atención de su biografía internetiana que se conjugan sin remilgos sus facetas de periodista, caricaturista, profesor, diseñador, precursor del diseño gráfico, actor y "par do reino". Sin pudor alguno se señala que este puesto de diputado en cortes, que diríamos aquí, aunque no ahora,  fue apañado por su padre para proporcionarle sustento y tranquilidad, y el sustento sí, pero la tranquilidad se ve que no la consiguió por este medio, lo cual no me extraña nada.

Más tarde, ya asegurado en su vocación plástica, pero sin haber abandonado las otras, tomó las riendas de la fábrica de cerámica de Caldas da Rainha, en la que se fabricaban no solamente estas lozas cotidianas y  naturalmente coloridas, sino también figuritas basadas en sus personajes cuasi literarios. Destaca entre ellos
"Zé Povinho", un personaje tomado de sus caricaturas sociales, aparecidas en A Lanterna Mágica.
Tuvo mucho éxito este figurín y lo mismo sus acompañantes y amigos, que se convirtireron en bibelots a la portuguesa, motivos ahora de la nostalgia lusa.
Como las frutas, verduras, ranas y peces ya están lo suficientemente afianzados en el imaginario popular (y copiados, recreados o directamente falsificados en muchas ocasiones y calidades) la firma los sigue fabricando, pero tampoco deja de crear estilo a través del tiempo. Para ello no renuncia a sus orígenes naturalistas: la colección "sardinha", que nos asalta en sus múltiples versiones en Porto y Lisboa, es una muestra de la fe en la tradición y el empuje de la renovación.Nada menos que setenta y cuatro artistas, tanto locales como internacionales,  han puesto esta sardina a colorines.
Lo que más me gusta de la colección, de todos modos, es la noticia que tuve de su presentación en sociedad. Como no podía ser menos, se expuso al público en medio de una sardiñada. Como debe ser.

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