lunes, 22 de febrero de 2016

Comerse el mundo

Ayer fui a un supermercado al que no suelo ir --ese que hace de la idiosincrasia gallega su mejor publicidad-- y mi hija pequeña cogió un folleto con una portada "a lo Mr. Wonderful", mientras yo pagaba en la caja una lata de leche de coco para hacer pollo al curry. Al llegar a casa le eché un vistazo al librillo y enseguida me trajo a la mente a Umberto Eco, no sé muy bien por qué, o sí: era un listado de fiestas gastronómicas de Galicia para el 2016, organizadas por fechas y provincias y acompañadas por un icono identificador y una leyenda sobre sus virtudes. Me consta que no estaban todas (entre otras faltaban, de las que me quedan cerca, la "festa da cebola" de Sanxenxo, la "festa da salchicha alemana" de Noalla, o la "festa dos callos" --en agosto-- de Meis), pero aún así conté setenta y cinco.
Si quisiéramos conocer Galicia a fondo, podríamos acudir a una fiesta cada semana. Tendríamos que dedicarle al menos año y medio al asunto, o más, teniendo en cuenta que el verano se puebla de festejos y no podríamos casi descansar; pero si sobreviviésemos a la hazaña, aprenderíamos mucho acerca de nuestra tierra y costumbres. No hay mes sin su fiestecita, de manera que podríamos acudir en peregrinación a comer cocido en enero, filloas en febrero, queso de Arzúa en marzo...y así sucesivamente, hasta completar el calendario gastronómico de nuestra elección..
Y después de comer y beber, o mejor aún, mientras se come y se bebe, alargando la sobremesa hasta lo inverosímil,  hablaríamos de si los mejillones de la Illa están mejores este año que el anterior o de si las androllas y los butelos ya no son lo que eran o resulta que son mejores que antes. Y después de la "papatoria" y el licor café, habría que bajar la comida visitando la correspondiente ruta de molinos, el paseo de los castros o el casco histórico recuperado. Creo que a todos los meridionales (aunque los gallegos seamos paradójicamente los septentrionales de los más meridionales) nos gusta comer, y más aún comer y hablar de comida, así, generalizando, que siempre habrá algún aguafiestas tiquismiquis, claro.
Elena Kostioukovitch  recogió con asombro y regocijo la proliferación de fiestas gastronómicas, no gallegas sino italianas, en su libro Por qué a los italianos les gusta hablar de comida,  al que puso prólogo el recientemente fallecido Umberto Eco. Fue Elena Kostioukovitch su traductora al ruso y por aprecio a ella y aunque la cocina no era lo suyo, aceptó don Umberto el encargo de prologar su obra de gastronomía, en la que no solamente se repasa la cocina de Italia, sino sus productos y sobre todo su forma de disfrutarla, con grandes sobremesas y  también de fiesta en fiesta, como he dicho.
Eco confesaba que no era un gran gourmet, aunque, decía que "(...)un  gourmet no es meramente alguien que se contenta con un excelente pato a la naranja o con una generosa ración de caviar del Volga con blinis. Esa persona es simplemente alguien que no se dejó pervertir por Mc Donald´s. Un gourmet, un epicúreo, un verdadero entusiasta de la cocina, es alguien capaz de viajar cientos de kilómettros para ir hasta un restaurante especial, donde se hace el mejor pato a la naranja del mundo. Yo no soy esa persona. De un modo general, si se puede escoger entre comer pizza a unos portales de casa o tomar  un taxi para descubrir una nueva "trattoria" (especialmente si está a algunos kilómetros de distancia), yo escojo la pizza.
Y yo también he ido a las afueras de Bruselas simplemente para probar la cerveza belga llamada Gueuze que solo se sirve localmente...si no hubiera tenido transporte, no habría ido (habría comprado de camino la británica Ale, que es mejor). Pero ¿será esa la verdad? Recuerdo que viajé kilómetros y kilómetros por Langhe (cerca de donde nací, y el lugar citado por Elena en el capítulo sobre el Piemonte), para llevar a un amigo francés a conocer la legendaria trufa blanca, y otros tantos kilómetros para llevarlo a comer "Bagna cauda" en Moferrato, Niza, donde la comida comienza al nacer la luna y termina a las cinco de la tarde y todo, excepto el café, está hecho con ajo. 
Bien, ¿la cocina me interesa o no? Vamos a volver al ejemplo que cité antes. En primera instancia se trataba dedescubrir qué tipo de cerveza les gusta a los belgas, en el otro caso, de introducir a la cultura del Piemonte a un extranjero y en tercer lugar,  de redescubrir un ritual como el "Bagna cauda", que me hace volver a momentos de mi infancia. En todos estos casos yo vi la comida no solo como algo para satisfacer mi paladar, sino como una experiencia de iluminación, o un flash de recuerdos, o como algo que lleva a entender las tradiciones y mostrarlas a los otros".
Sirva esta referencia como homenaje a la figura del ilustre semiólogo, cuya obra tan buenos ratos,equiparables al placer gastronómico, me ha hecho pasar, desde que leí lo primero que cayó en mis manos: Apocalípticos e integrados, libro en el que tanto se habla de cultura popular, aunque se trate de otro tipo de cultura.
¡De lo que no supiese don Umberto...! Y es más, ¡de lo que no disfrutase!
"Colón", por Dávila, en obichero.blogspot.com

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