jueves, 4 de febrero de 2016

Grelos en pelotas

Seguro que recordáis AirGalicia, programa en el que había un "sketch" infaltable: Manquiña proponiendo a Morris el negocio del siglo, daba igual cuál, en el que todos los agentes que interviniesen lo harían en pelotas.
Pues en pelotas preparamos hoy el cocido, y nos quedó espectacular.
Lo primero que se sirve es una sopa rahmen de cocido, entre enxebre y china, como la niña del vídeo que anda pululando por las redes, pero después toca ir al asunto del unto.
Ayer se pasaron las carnes (ternera, costilla, pata, tocino,oreja...) horas a fuego lento y esta mañana estaban ya tiernas y manejables para que hiciésemos con ellas un picadillo, en daditos generosos pero no enormes.
Desgrasamos el caldo con una espumadera con la que se podrían hacer pesas ---desde luego que para cocinar se necesita maña, pero no se queda atrás la fuerza, vistas las dimensiones y el peso del menaje profesional-- y cocimos en esta sopa aromática los grelos, solo las hojas. Unos minutos justos para que estuviesen tiernos y los introdujimos en agua fría con hielo para que conservasen toda la clorofila.

Hubo que seleccionar las hojas más grandes y  retirarles el nervio central, porque así de tiernas las fuimos aplanando para formar el envoltorio de la carne. Los grelos parecían hojas frescas de tabaco y nosotros inhábiles cigarreras, aprendices de las de la fábrica de labores de tabaco de A Coruña, que tan bien refleja doña Emilia (Pardo Bazán, claro está) en La tribuna. Para escribir esta novela sobre obreras en lucha (la protagonista, Amparo, es una suerte de "Carmen" sin compositor que la elevase a musa), cuenta la propia doña Emilia que visitó durante semanas la fábrica, con los oídos abiertos, atentos a la vida que entraba, trabajaba y salía. Para lograr acercarse a las obreras, recelosas ante la presencia de una dama aristocrática, se llevó a su hijo mayor, de siete años, con el que consiguió ir encontrando un punto desde el que llegasen a ella las historias.
Aunque no somos obreras en lucha,  sí que es cocinar un trabajo duro, por mucho que la televisión, los xefs y los másters  nos presenten su cara más amable. La cocina es un oficio que tiene mucho de artístico, pero todo de manual, y las manos aprenden a veces más rápido que el intelecto. Claro que cuando no aprenden resulta más duro forzarlas a la labor que a nuestras moldeables seseras (salvo excepciones, claro está).
Preparar el cocido en pelotas, como digo, no es tanto pesado --entretiene la variedad de las tareas que requiere-- como laborioso. Una vez estiradas las hojas y colocado en el centro el montoncito justo (una buena ración de carnes untuosas pero prietas), se envuelven sobre sí mismas y se dejan enfriar otra vez para que se compacten. Se servirán sobre una base de patata cocida, acompañadas de garbanzos y rematadas con un aceite de chorizo.
Como digo, el grelo (sobre todo esa variante de hoja lanceolada) parece tabaco, pero --que yo sepa-- todavía no se fuma. Es mucho mejor comerlo en pelotas.



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