viernes, 22 de abril de 2016

Libros rosas


Libros y rosas constituyen el regalo tradicional del 23 de abril en Cataluña, fiesta de San Jordi allí y Día del Libro en casi del mundo. En fecha tal de 1616, el hado quiso cargarse conjuntamente a Don Miguel de Cervantes Saavedra y a William Shakespeare. Un escritor catalán --paradójicamente apellidado Clavel-- propuso en 1923 a la Cámara del Libro de Cataluña celebrar entonces su día grande, y hasta ahora. 
Por preciosa que sea la tradición del libro y la rosa, no se ha extendido demasiado, aunque las librerías tengan a veces descuentos y detalles florales con sus lectores, como una que está muy cerca de casa y seguro que muchas que están cerca de las vuestras. No lo dejemos pasar.
El caso es que los libros que se venden más, este día y todos los del año, son precisamente los que antes llamábamos sencilla y sinestésicamente "novelas rosa". La literatura romántica, entendiendo el romanticismo en sentido popular, claro está, cuenta con un grandísimo y fidelísimo público.
Recuerdo que durante mi breve ocupación como lectora para la ONCE (corta pero intensa experiencia que no me importaría repetir), me tocó grabar un tocho enorme que ostentaba en su portada un aguerrido (y garrido) escocés despechugado de melena al viento. Era una novela de la serie "Higlanders". Primero la leí, entre divertida y alucinada, y luego me enteré de que había una serie entera de esas historias; es más, son un subgénero completo, que se escribe y publica en todo el mundo, no solo en el Reino Unido. 
El caso es que tras la lectura de tan solo una de ellas, no he necesitado leerme las famosas sombras de Grey para estar versada en todo tipo de artimañas seductoras, (aparte de que el planteamiento inicial  del libro de E. L. James me resulta repulsivamente machista, pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión). Estoy segura de que, tras haber leído aquellos nombres en escocés gaélico (¡en voz alta, y declamando!), protagonistas del espeluznante relato de secuestro, violación, incesto, bailíos,  pillaje, denuestos, cuchilladas, pócimas,  espadazos, traición,  clanes, pasión descontrolada, lairds, brujería, sexo explícito, maldiciones, pérdidas, sexo implícito, kilts, cuevas, cabañas, brezo y haggies (hala, he hecho una referencia culinaria), ya no preciso ninguna otra lectura erótica en mi vida.
Sé que no toda la novela romántica es de tal calibre (perdón por el chiste fácil), sino que existen numerosas modalidades, desde las más ligeras y dulces (algunas literalmente llenas de cupcakes, magdalenas para los amigos) hasta las que se adentran en un franco erotismo. Entre destacan las series, como esta, ambientadas en épocas históricas y prehistóricas, en exóticos y lejanos lugares, o simplemente en la calle de al lado. En muchas de ellas, las mujeres son de armas tomar (algunas incluso literalmente), pero no deja de ser una leve concesión a la dignidad, si tenemos en cuenta sus argumentos, en los que la única búsqueda válida en la vida y el único fin de todos los esfuerzos es encontrar el amor de un hombre, sea este como sea (ya lo decía Rosalía de Castro, reproduciendo con aguzado oído el sentir popular: "San Antonio bendito, dádeme un home, anque me mate, anque me esfole, (...) Que, zambo ou trenco, sempre é bo ter un home para un remedio").
Todos conocemos, por haber leído o al menos haber visto en el kiosco (territorio rosa por excelencia) a la simpar Corín Tellado, seudónimo de María del Socorro Tellado López, pero quizá no sabíamos que existe una nueva generación de autoras españolas  e hispanoamericanas (igual hay algún autor, pero lo desconozco, o se camufla bajo nombre femenino) que publican en la actualidad, muchas de ellas directamente en libro digital. Aparecen en la red promociones de sus novelas casi a diario y me consta que hay blogs sobre el tema con miles de seguidoras y algunos cientos de seguidores, como www.novelaromantica.com.
La novela rosa  (la fascinación por la relación amorosa en la literatura es de larga tradición, pero no toda historia de amor es una novela rosa, claro, sobre los elementos definitorios del género sobran artículos publicados) nunca ha dejado de vivir desde que nació, tímidamente, en el principio de los tiempos literarios. Acabó copiándole el nombre a la novela del romanticismo. Con ella comparte el gusto por la tragedia, pero su alejamiento progresivo del drama en aras de un final feliz, la diferencia de esta.  
En inglés se llaman las novelas que nos ocupan romance novel  y en francés existe una denominación exquisita y con mucho bouquet:  roman à l'eau de rose, pero aunque en español se haya propuesto usar el término romance, me quedo con el nombre popular, que combina sencillez y delicadeza. Y es que una rosa es una rosa, no la toquéis ya más.


 

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