jueves, 7 de abril de 2016

Mesa para dos


Juan Gris, La mesa del músico

1. La buena mesa
Otra vez no voy a hablar de comida. Hoy me interesa lo que hay a su alrededor, o más bien debajo. Además de los platos y  los cubiertos bien colocados (os recuerdo que ya hablé de esto en La mesa de los locos ), no es poco importante el mueble en sí. Una vez que estemos seguros de la comodidad de la silla, es fundamental que la base para nuestros platos sea firme. Y hermosa.
Hace unas semanas, un amigo contaba que se habían comprado, por fin,  una mesa para el comedor. Lo contaba con emoción contenida, describiendo sucintamente la nobleza del material, la pureza de las líneas, la resistencia del diseño... Fue capaz de transmitir la ilusión que le suponía estrenar la mesa con una comida familiar, para después brindarla a reuniones de amigos y a otros usos menos ortodoxos, como posar los libros recién comprados al llegar a casa. En algo tan prosaico --una mesa; hay miles de mesas, nos hemos sentado a tantas mesas-- transmitía parte de su filosofía de vida.
Coincido con él en que los objetos tienen con nosotros una relación:  la que queramos concederles. Para mí también son importantes las cosas, pero no por puro materialismo, (no soy dada a lujos y despilfarros precisamente), sino por ese amor a los objetos que me han transmitido genéticamente desde los tiempos en los que tener algo suponía contar su historia e inaugurar una línea de herencia. Había hace años un anuncio en prensa en este sentido que siempre me emocionaba: “Inicie su propia tradición. Nunca un Patek Philippe es del todo suyo, suyo es el placer de custodiarlo hasta la siguiente generación”. Así era antes, y todavía hoy podemos hacerlo con algunas pequeñas o grandes cosas; vale que Ikea nos ha robado un poco ese sueño, pero tampoco es malo que nos expresemos con nuestro propio vocabulario, siempre que sepamos asumir lo que nos fue dado y transmitir el cariño por lo que damos, aunque sea una estantería Billy.
(El resurgir de lo "vintage" va en este sentido, supongo, aunque lo han deturpado con las imitaciones de lo clásico. Eso sí que no lo soporto. Vintage sí, "estilo vintage" no, por favor. Eso y los relojes con forma de cosa --se salvan los discos, pero poco más-- me ponen literalmente de los nervios. Claro que siempre puedo respirar hondo y disfrutar de la compañía si me toca comer en una mesa así).
2.Tábula rasa
No tenemos en casa más que una mesa que se pueda llamar propiamente mesa. Está en la cocina y ha estado antes en otros tres lugares: un comedor, otra cocina y un aula.
La mesa tiene dos años menos que yo y, junto con unas sillas andaluzas de asiento de anea  y esmaltadas en blanco, formaba parte del comedor setentero de mis padres. Las fotos de nuestros cumpleaños primeros se hicieron todas a su alrededor.  No muchos años después de su época de honor,  pasó al comedor de la cocina de la casa nueva, y sobre ella se empezó a amasar la pizza,  a estirar los espaguetti que hacíamos con la máquina de pasta, a cortar los patrones de la Burda,  a resistir la presión del tiralíneas de los trabajos de dibujo técnico, a leer el periódico y  a revisar los deberes.
Cuando la familia creció -- nuera, yernos y nietos--, mis padres compraron una mesa grande,  rectangular  y extensible y nos dejaron la mesa redonda (no había dicho que es redonda: redonda, blanca y con un solo pie metálico y poderoso en el centro) para inaugurar una de las aulas de nuestro centro de estudios. Allí estuvo dos años, resistiendo borrones de tinta, borraduras de goma milán y marcas de lápiz. 
Cuando nos hicimos nuestro apartamento la subimos: pinté la pata central con pintura martelé gris y repuse el embellecedor del borde. 
Ahora estoy pensando en cambiarle el sobre. Diremos adiós a las rajaduras en la formica blanca, a las manchitas que ya no salen, a los pinchazos de compás que se notan aquí y allá. La mesa será la misma, aunque sus partes ya no lo sean. Como una nave de Teseo, la mesa cambiará sus componentes pero seguirá cumpliendo su función. Y cuando ya las niñas no sean niñas, es posible que tengamos que comprar una mesa extensible y esta pase al apartamento de una de ellas. Eso espero. Pero si no es así, no hay problema, tábula rasa. Tampoco es malo.

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