sábado, 8 de julio de 2017

El buen paño

La versatilidad es una cualidad que me gusta, que disfruto en los demás y trato de cultivar en mí. No se trata de ser voluble, se trata de ser adaptable. Es valorada una persona versátil y es práctica y apreciada una prenda que lo sea.
Como tengo esta temporada estival el privilegio de moverme entre tejidos y hechuras, estoy aprendiendo a distinguir la versatilidad de según qué piezas: gracias a los complementos, un vestido liso de buen corte se puede convertir en el rey de la fiesta, así como un pantalón con la costura en su sitio se vuelve aliado del buen vestir y mejor andar.
Ya de toda la vida en mi casa se han apreciado las telas y los patrones, pero yo carezco de la paciencia, del arte y de la habilidad. Recuerdo a mi madre y a mi tía con alfileres en la boca, tomando "un aire" al ancho de una prenda, haciéndome girar hasta el mareo para ver si el bajo de la falda estaba "bien redondo" y prendiendo con puntada suelta una pinza cosida para que el pantalón sentase como debe sentar un pantalón. Aunque ahora hable con añoranza de esos momentos, los odiaba.
Odiaba también ir a probar a la modista (nuestra casi mítica Maruja Solís), a pesar de que el taller en sí me gustaba mucho, con ese característico olor a hilo cortado -que sí, que el hilo cortado huele de forma particular- y con el sonido masticante de las tijeras perfectamente afiladas. Pero este sacrificio de la probatura lo pagaba con gusto a cambio de tener una prenda de corte impecable, la manga en su sitio y las costuras rematadas "a la francesa".
En esos y otros detalles me sigo fijando -el hombro en su sitio, que la tela no "prenda" al caer, las costuras rectas-, aunque me acabe comprando una camiseta normal y corriente.
Lo que sí que no perdono es lo de los tejidos. No es lo mismo un algodón orgánico tintado en prenda, que envejece como un buen bolso de piel, que una mezcla imposible de fibras que convierte una camiseta en un "embolado"al primer roce.
Tampoco es que sea una defensora a ultranza de los tejidos naturales; de hecho no lo soy en absoluto. Me parece fantástico que se puedan hacer fibras artificiales  más finas que la seda y  más resistentes que la tela de araña del columpio de elefantes. Para muestras, el modal, el cupro, el lyocel
o el kevlar.
Los tres primeros se usan habitualmente en la confección, ya sea solos, en combinación con fibras naturales o tejidos entre sí y tienen características similares a las del algodón más fino -egipcio de cuatrocientos hilos, como debería ser el de la sábana perfecta- (caso del modal) o la seda (cupro y lyocel).
Estos hilos empezaron a fabricarse en el siglo XIX, buscando una alternativa a la seda, pero no fue hasta los años sesenta del siglo XX cuando alcanzaron su mayor difusión (¿quién no conoce la Lycra(™) y el elastano, o recuerda la Crilenka (™), la Terlenka (™) y otras cosas terminadas en -enka ¿por influencia de la carrera espacial y la guerra fría?).
La mayoría prometía comportamientos mágicos, como no arrugarse, secarse casi de inmediato, ser elástica, ligera y cálida...pero poco a poco se fueron olvidando y despreciando (preguntemos por qué a los partidarios de las arrugas bellas) y considerando "plásticos", ya que de hecho muchas son realmente derivados del petróleo.
Entonces llegaron las fibras a las que me refería inicialmente: son artificiales, pero no sintéticas. Sus materias primas son las celulosas regeneradas, las hojas de maíz, la cáscara de cacahuete, la caseína (con la que se hace una lana artificial que no ha tenido mucha difusión), o las algas. Con el rayón alginato se fabrican hilos finos y resistentes que se usan en hilaturas destinadas a la confección, pero también a la sutura quirúrgica. El alginato es biosoluble y se termina absorbiendo, maravillas de la naturaleza tecnificada.
Con todas ellas se pueden tejer crêpes, piqués, calicós, bambulas, paños, gabardinas, puntos, terciopelos, brocados, batistas, encajes de bolillos, chiffones, damascos, franelas, georgettes, sargas, organdís, rasos, popelines o cualquier otro tipo de tejido que yo olvide o alguien se invente. Aunque la más versátil de todas ellas, a pesar de lo dificultoso de su síntesis,  es el kevlar,  obra de la ingeniera de Dupont(™) Stephanie Kwolek : resistente a la torsión, el calor, la fricción, la presión... tanto se usa en guantes protectores como en velas náuticas, en chalecos antibalas como en bastones de tragafuegos. Eso es versatilidad.

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