lunes, 28 de marzo de 2016

El derecho a la pereza

No doy para más. Ni cocino (bien), ni escribo desde hace unos días. Podría decir que es debido a la gripe (algo me ha tocado, uno tras otro hemos ido cayendo toda la familia) pero no es así: es simplemente desgana por mi parte,  lo que mi abuela llamaba "hacer el maula". Mi abuela y muchas abuelas, y muchas señoras que no son abuelas, incluso mi madre y su generación, veían como algo inconcebible que una mujer --una mujer-- no tuviese ganas de hacer algo. O mejor dicho, que, teniendo que hacer algo, no lo hiciese porque no tenía ganas. En mi generación y en algunas más jóvenes también hay quien piensa así: son los eternos vendedores de que el trabajo dignifica al hombre, y por descontado a la mujer.
Pues no.  
Con Paul Lafargue, hoy os digo: descansemos, más allá de las vacaciones. Trabajar es necesario, pero no es la vida y si el trabajo es la vida, no tenemos vida. 
Pues esto es todo por hoy. ¿O qué esperabais?

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