martes, 8 de marzo de 2016

Inventores ilustres

Hoy, 8 de marzo, día de la mujer trabajadora, dedico esta entrada a todas aquellas que cocinaron, cocinan y cocinarán sin que su nombre bautice rimbombantemente ningún plato conocido.

Madrid Fusión, Ifema II, fecha indeterminada de un futuro no tan lejano. El secreto de las puertas del Ministerio del Tiempo ha sido ya desclasificado hace lustros. Los gestores de la feria gastronómica solicitan sus servicios para traer a la sección "Cooking History" a los ilustres inventores de la bechamel, la tortilla de patatas, los picatostes y los sandwiches.
El general Tomás Zumalacárregui es reclutado sin muchas explicaciones, indicándole tan solo que ha de hacer muestra de sus habilidades en una feria internacional de cocina. Todo sea --piensa él-- por el buen nombre de la Patria, que también se encuentra, como el Señor, entre pucheros. 
No es el único militar español que acudirá: el coronel Picatoste, (la leyenda lo quiere general, pero era coronel, un poquito escalafón abajo) curtido asimismo en las guerras carlistas, está convocado y también se le obliga a aceptar sin muchas posibilidades de disculpa. La "invitación" llega de muy arriba, así que no se tercia anteponer excusa alguna.
Desgraciadamente, Alfonso X el sabio y Alfonso XIII de Borbón, por cuestiones de agenda real, no podrán presidir la  mesa redonda sobre el disputado origen de las tapas. Se ha sustituido a última hora por un debate interautonómico sobre "Pinchos gratis o de pago, ventajas e inconvenientes". Como es lógico, los organizadores han pedido a las fuerzas del orden la clasificación de evento de máxima rivalidad.
A John Montagu, IV conde de Sandwich, lo pillan en plena partida de naipes. Hace tiempo que ha dejado de comer carne fiambre --la gota obliga-- por lo que el humilde emparedado que ingiere mientras apuesta es de queso de Lancashire. Al menos es Tasty Lancashire, la variedad más sabrosa, como su nombre indica. Se llevará a su ayuda de cámara y a uno de sus hijos, el menor, que no había visitado aún el Continente.
De la Francia prerepublicana vendrá Louis de Béchameil, marqués de Nointel. Este gastrónomo y finaciero (sí, hay relación: para el buen comer, preciso es el buen gastar y el que diga lo contrario miente) jefe a la sazón de la casa real de Luis XIV está acostumbrado a viajar a todo trapo, así que ha exigido alojarse en palacio. Como no era posible compatibilizar con el de reposo el uso museístico de Oriente, se ha tenido que conformar con el Palace. Tampoco está tan mal.
Los famosísimos "cocineros" están ya en la feria. Se les han proporcionado chaquetillas y gorros, por aquello de la higiene. El general y el coronel han cambiado de inmediato los gorritos por sus boinas rojas y han tratado de recolocar las condecoraciones y los entorchados sobre la chaqueta. El conde de Sandwich no ve la necesidad de quitarse los guantes de juego, por mucho que se lo hayan explicado en el cursillo trilingüe de manipulador de alimentos, y Monsieur Béchameil mira a su alrededor en busca de su cocinero, que se ha quedado retrasado, admirando las nuevas elaboraciones de la sección "Future is coming.
Ante un público expectante comienza el "showcooking": "-¿Alguien sabe picar patatas para tortilla?, yo solo lo he se la he visto hacer una vez, a aquella paisana que nos dio de comer después de la batalla", confiesa azorado Zumalacárregui. "Lo de inventar, inventar...inventar yo los picatostes no es exacto", balbucea el coronel de tal nombre " el pan lo cortaron los soldados, y para freírlo tuvimos que ir en busca de una vecina del lugar, que nadie se atrevía a meter los trozos en el aceite hirviendo, no fuera que quemase". "Mis emparedados me los preparan en cocina y me los acerca el mayordomo, como debe ser", asegura Sandwich. Pierre de Varenne, el cocinero de Béchameil, es el único que se pone manos a la obra, aunque acaba confesando, ante la proliferación de grumos que el operador de la steady cam no deja de enfocar más y más de cerca,  que suele dejar la elaboración del "roux" a la cocinera: "ella tiene más mano", y  que son los pinches los que remueven la leche o el caldo, según sea la finalidad de la salsa.
El público, estupefacto, aplaude por compasión, sigue mirando por morbosa curiosidad, y ríe por lo bajini la papanatez de quienes se han creído las verdades universales establecidas por la gran Historia y por la historia de andar por casa. 
Esto es una fabulita, no vamos a negar el pan y la sal a todos los cocineros, pero sí que pediremos que los compartan con las cocineras en igualdad de condiciones. Qué menos.



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